El protagonista comienza el relato agotado en una oscura celda de castigo de la Inquisición, donde la tortura consiste en la soledad, el abandono, la oscuridad, el frío y el hambre.
Se ve atado y experimenta la angustia de conocer su próxima muerte pues un péndulo descendía hacia él, seguro de que será muerto por la navaja del extremo de tal péndulo, se entretiene con la trayectoria del objeto, pero luego se le ocurre una idea, el hombre tenía a su disposición un poco de comida que compartía con las ratas, con dificultad logra hacer que los roedores dañen la cuerda que le tiene atado y le liberen, de inmediato el péndulo se detiene y razona el hombre en cuestión que está siendo vigilado y que ya se prepara para él una muerte quizá peor.
La habitación cambia de forma y reduce su tamaño, se ve en la disyuntiva de morir de esa manera o lanzarse al pozo que en medio se halla, aquél que originalmente iba a ser su "sepultura". Cuando está a punto de caer en el pozo y sin más espacio para huir, totalmente desesperanzado, una mano le salva, era la de un francés que había entrado en Toledo y descubierto las torturas a que eran sometidos los infortunados.
El nombre del relato proviene de un pozo situado dentro de la celda en el que el protagonista siente a veces deseos de lanzarse para acabar con su sufrimiento y un péndulo con una guadaña con el que le torturan.
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